DESARROLLO URBANÍSTICO
De
la mezquita sólo conocemos referencias; así se dice que tendría
cinco naves, siendo la central de tres metros y las laterales de
dos. Estaban separadas por arcos que descansaban sobre columnas,
configurando una sala de oración de 18 x 18 metros. Estaba construida
en ladrillo y tapial y se supone que tuviera una zona dedicada a
maxura, un alminar y un recinto abierto. Esta construcción, dominada
la ciudad por los cristianos, se convirtió en catedral como era
costumbre. Consagrada por Fray Pedro Pérez en 1230 tuvo vigencia
hasta la construcción de la actual, aunque siguiera al culto como
parroquia hasta el año 1769. De ella sólo se conserva una torre
hoy inmersa en la construcción del hospital, que fue levantada por
Don Gómez Suárez de Figueroa, portando su escudo y un relieve bajo
dosel de la “Virgen con el Niño”. Sabemos que contenía sepulcros
y capillas adornadas con zócalos de azulejos, de los que no se conserva
nada. También sabemos que Juan de Morales hizo importantes obras
en su capilla mayor y en la torre de la sacristía, donde se conservaban
sus armas. La iglesia cristiana se utilizó y conservó casi intacta
hasta el siglo XVI, utilizando la disposición de la antigua mezquita,
de sus naves, arcos y columnas. En 1768, por orden de Carlos III,
se suprimió el culto por la despoblación que había sufrido la Alcazaba,
pasando posteriormente a ser ocupada para otros menesteres hasta
la construcción del actual Hospital. Pero existía, al parecer, un
Hospital Militar desde el año 1639, que se abandona hacia 1822,
no comenzando las obras de acondicionamiento hasta el año 1857 del
que, hasta ahora, hemos conocido. Era Capitán General de Extremadura
D. Felipe A. Galeano, quien debió encargar las obras al Teniente
D. Ángel Góngora. Estas se llevaron a cabo en varias fases: la primera
de 1857 a 1886, la segunda en 1893 y la tercera, con varias reformas,
en 1914. El edificio englobó la sala de la antigua mezquita y parte
de la primera iglesia cristiana, conservándose en una de sus esquinas
de la fachada septrentional la citada torre y el relieve de la “Virgen
con el Niño”. Hoy, abandonadas sus funciones como Hospital Militar,
se ha abierto de nuevo el debate, con grandes polémicas sobre quién
detenta la propiedad y qué reutilizaciones puede llegar a tener.
Además de estos edificios existen, dentro del perímetro de la Alcazaba, restos diversos: una iglesia – cementerio en estado ruinoso, frente a la actual Puerta de Carros; lo que hoy ocupa la explanada de la desaparecida Cruz de los Caídos debió ser el Alcázar, la iglesia de Santiago y cercano la Sinagoga y varias ermitas. Esta Alcazaba estaba dividida por dos grandes calles, que fueron la Rua de Perera y la Rua de Mercaderes, nombres que aparecen en multitud de descripciones.
Por último, citar la Iglesia de Calatrava que debió estar emplazada en parte de las dependencias que hoy ocupa el Hospital Militar.
Todo nos aproxima a la intensa vida urbana que a lo largo de los siglos se ha ido desarrollando en este lugar.
Fuera del recinto nos encontramos la llamada Plaza Alta y la Plaza de San José.
La
Plaza Alta. Debió ser construida al derribarse casas de la antigua
ciudad islámica que estaban adosadas a la muralla. Así sabemos que
en 1458, queriendo cambiar su aspecto y darle una nueva orientación,
se concedió al Cabildo eclesiástico un permiso para que se levantaran
portales con arcos de ladrillo y piedra de manera que pudiera acoger
tanto a mercaderes como servir de zona de espectáculo y, en definitiva,
presentar un espacio abierto donde los ciudadanos pudieran relacionarse.
Debió estar decorada con pinturas murales y esgrafiados de los que
han aparecido algunas muestras en las fases de limpieza y rehabilitación
que en ella se está llevando a cabo.
Estos nos demuestra una sensibilidad de carácter renacentista, donde lo primordial fueron las grandes plazas y los espacios abiertos, frente al carácter defensivo y cerrado de épocas medievales. Tenemos referencias de que en ella se celebraban autos sacramentales, carreras de caballos, representaciones teatrales e incluso, ejecuciones y autos de fe, lo que nos demuestra la importancia que adquiere en la vida de la ciudad. En 1696, el citado obispo Marín del rodezno realizó diversas reformas en ella, de las que se conservan los arcos de los soportales y el edificio que la comunica a través de un arco con la Plaza de San José, que sirvió de Casa Consistorial, Juzgado y Colegio. En 1899 su función de centro urbano se vio ampliado con la instalación en ella de un Mercado de abastos, obra del arquitecto municipal Tomás Brioso Mapellí, realizado según el estilo de la “arquitectura del hierro”, tan en boga en aquellos momentos. Este es un tipo de arquitectura que se basa en el empleo del hierro como único material constructivo, aprovechando los grandes espacios abiertos que pueden construirse con unas columnas estrechas y amplios arcos. Esta construcción fue trasladada en el año 1975 al campus universitario, sito en la carrera de Portugal, donde se le ha dado la función de biblioteca y sala de exposiciones. Este traslado supuso la pérdida de la función comercial de la Plaza a lo largo de estos años, con la consiguiente ausencia de atractivo para la población y, en cierta manera, una degradación de este enclave histórico – artístico tan significativo para la ciudad. Aunque en la actualidad se encuentra en fase de rehabilitación, lenta nos resulta su futura ocupación y embellecimiento.
La Plaza de San José se encuentra hoy bastante deteriorada, conservando de su pasado algunos restos de sus antiguos soportales, en los que se encuentran casas con ventanales de características mudéjares, construidas de ladrillo y enmarcadas por alfiz, de las que podemos destacar la desaparecida “Casa de la Roma”, construcción del siglo XVI, levantada por la familia de Ruiz “el Romo”, de donde le viene el nombre. Esta es hoy una vivienda particular que corresponde a los números 11 y 12 de esta Plaza. De igual interés y características es otra vivienda particular con el número 13 que, junto con la anterior, son los únicos restos de casas con soportales mudéjares que nos aproximan a lo que debió ser la configuración de esta Plaza en épocas pasadas. Otro edificio es el actual Convento de las Adoratrices, que ocupa el lugar donde estuvo situada la ermita de San José que dio título a la Plaza. Esta construcción es de época moderna, realizada en 1919, y cuyo conjunto escultórico de la fachada es del escultor de Badajoz Julio Clivilles. De la Plaza parten calles que debieron configurar la antigua judería, por su entramado de callejas estrechas y tortuosas.
Ambas Plazas actúan como centros de una trama de calles que se dirigen
hacia ellas desde los lugares inferiores de la ciudad. En éstas
no quedan muchos monumentos que podamos resaltar, salvo los siguientes:
Convento de Santa Catalina. Situado en la calle Montesinos, esquina Soto Mancera. Fue fundado en 1515, pero se trasladó a los solares que hoy ocupa el Palacio de la Diputación. En 1634 se instaló en él la Compañía de Jesús hasta su expulsión en época de Carlos III. El edificio consta de una iglesia de planta jesuítica de una sola nave, bóveda de cañón y cúpula elíptica cubriendo el crucero; esta iglesia fue mandada construir por el Duque de San Germán. Tanto la iglesia como las dependencias monacales, después de la expulsión de los jesuitas, fueron utilizadas con diversas finalidades, siendo hoy la iglesia un edificio propiedad municipal que se emplea como almacén de droguería, donde han sido descubiertas varias pinturas murales realizadas, al parecer, en el siglo XVIII y atribuidas a la familia Mures, de la que se ha hecho referencia en otros lugares de la ciudad. Es interesante en este edificio un arco que se eleva sobre la calle Soto Mancera, uniendo el edificio del convento con la recientemente desaparecida Casa de las Aguas en la acera contraria. Se supone que este arco serviría para comunicar el Colegio con el convento.
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