VIERNES SANTO COFRADÍAS:
-COFRADÍA DE LA ENTRADA TRIUNFAL DE CRISTO EN JERUSALÉN (CRISTO REY), SANTÍSIMO CRISTO DE LA PAZ Y NUESTRA SEÑORA DE LA PALMA (Iglesia de San Roque)-PONTIFICIA Y REAL HERMANDAD Y COFRADÍA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO YACENTE (SANTO ENTIERRO), NUESTRA SEÑORA DE LAS LÁGRIMAS Y SANTIAGO APÓSTOL (Parroquia de Santa María La Real)
-PONTIFICIA Y REAL HERMANDAD Y COFRADÍA DE NUESTRO PADRE JESÚS DE LA HUMILDAD Y PACIENCIA Y NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD (Ermita de la Soledad)
1-Datos Históricos
Desde que la Virgen de la Soledad quedó colocada en su antigua ermita en 1664, la devoción, el culto y el cariño hacia Ella, han sido una constante en la ciudad de Badajoz. La impresionante historia que atesora la Cofradía está ampliamente tratada en el primer día que sale la Hermandad a la calle: Jueves Santo. Por ello, baste citar aquí al que fue auténtico valedor de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, el Duque de San Germán, D. Francisco de Tutaville y de Tufo, que encargó la imagen a Nápoles en 1660. Curiosamente, el apellido de este noble personaje aparece también en algunos documentos como “Tutavila o Tutavilla”.
En el S. XVIII ya se refleja la obligación de la Hermandad de sacar el Santo Rosario por las calles de Badajoz todas las noches del año. Este hecho serviría de origen al actual desfile procesional, del que ya se tienen datos concretos en 1871. A finales del S. XIX y principios del S. XX, la Semana Santa pasa por un período de decadencia que no parece afectar de forma sustancial a la Cofradía. Así el “Nuevo Diario de Badajoz” recogía en 1919 y 1920 la enorme cantidad de personas que se agolpaban durante la procesión en las dos largas filas de fieles que acompañaban a la imagen rezando el Santo Rosario. La procesión salía a las 10 horas de la noche y cubría el itinerario de costumbre de la Hermandad, llamado “carrera larga”.
En 1929 la Cofradía y las imágenes se encontraban en la Santa Iglesia Catedral, mientras se construía su nueva ermita. El periódico pacense “La Libertad” recoge el recorrido e la procesión en aquella época: Salía por la Puerta de la Antigua, seguía por la calle San Juan, Arias Montano, Plaza de la Soledad, Joaquín Sama, Santa Ana, Meléndez Valdés, Francisco Pizarro, Muñoz Torrero, Plaza de la Constitución (San Juan) para entrar por la puerta principal o del Perdón, denominada de la “escalinata”. Entonces se llamaba también a esta procesión “La del Silencio” por el recogimiento con el que transcurría; destacándose el enorme gentío que se agolpaba a lo largo de todo el recorrido y la gran cantidad de saetas que se cantaban, citándose especialmente las interpretadas por el tenor Galván desde el Casino.
En 1933, y ante la imposibilidad de salir por la prohibición republicana, realiza la procesión por el claustro catedralicio, ante un gran número de fieles que acuden al acontecimiento. Estos serán también los protagonistas de las multitudinarias salidas posteriores, que se ven abarrotadas de una gran masa humana mucho antes de partir la procesión. En 1935 la Virgen es trasladada a su ermita de forma solemne y, el Viernes Santo de 1939, el público llega a colapsar la salida de la procesión al acudir en masa a su ermita para tributarle su agradecimiento por la llegada de la paz, permaneciendo a continuación la Virgen de la Soledad en la Catedral donde se le dedica un triduo.
La procesión del “Rosario de la Virgen de la Soledad” adopta ya en 1940 un horario muy similar al actual, al salir a las 11,30 horas de la noche. En esta década se sigue destacando la masiva presencia de devotos, muchos de ellos descalzos, dando una idea de la longitud de la procesión el hecho de que cuando los nazarenos estaban entrando en la ermita, el paso aún se encontraba en San Juan.
En los años cincuenta se recoge el fervor de los costaleros de paso, pues marchaban muchos de ellos descalzos. Desde entonces hasta hoy, la fe, veneración y apoyo hacia esta procesión no sólo no ha disminuido, sino que ha aumentado, siendo uno de los pocos pasos que resistió la crisis de los años setenta, en que empiezan a desaparecer los costaleros al ir la Virgen de la Soledad con sus propios hermanos de carga, que, movidos de su enorme amor a la imagen, pasan, en muchos casos, sus puestos de honor de padres e hijos.
2-La Procesión
En la noche del Viernes Santo, muy cerca ya de la madrugada del sábado, y mientras la Hermandad del Santo Entierro llega hasta la vecina plaza de San Agustín tras haber pasado por la Soledad, la ciudad de Badajoz se echa a la calle para recibir, una vez más, a su “Patrona” en la tradicional procesión del “Rosario”. Ésta es, posiblemente, la procesión más intimista de la ciudad, pues, aunque son miles de personas las que se agolpan a lo largo de su recorrido, el desfile desprende un maravilloso aroma tradicional y un entrañable sabor local y casi familiar, que marca, sobremanera, la gran personalidad de este acontecimiento. Bastante tiempo antes de ponerse en marcha la procesión, la Plaza de la Soledad estará repleta de fieles que desean presenciar el emocionante momento de la salida. Cuando se abren las puertas del templo y los nazarenos albi-negros de la Soledad hacen su aparición con la Cruz de Guía, una nube de devotos de la imagen están ya preparados con sus velas encendidas para recibir la salida del paso de la “Gran Señora”, que en esta noche de Viernes Santo, con su hijo ya muerto, es más “Madre” que nunca. La emoción produce un nudo en la garganta cuando asoma la imagen de la Santísima Virgen de la Soledad, cargada por los hermanos costaleros y el silencio da paso a un murmullo general que habitualmente desemboca en una encendida ovación hacia la Santa Efigie. Estos instantes se hacen muy complicados para los regidores de la procesión, que intentan abrir camino para que el cortejo pueda enfilar la calle Duque de San Germán. Mientras, el Paso de la Virgen de la Soledad permanece quieto ante la multitud que se recrea en su maternal expresión. Cuando es levantado y comienza a caminar, los pacenses seguirán contemplándolo hasta que lo pierdan de vista; para entonces dirigirse a otro punto del recorrido donde poder contemplar el cortejo. Los nazarenos de la Cofradía son seguidos por interminables filas de fieles, en gran parte mujeres, que implorantes y descalzas caminan rezando el rosario. En la Plaza de España se ve avanzar el impresionante reguero de luminarias que asciende desde la Plaza de Minayo, sobrecogiendo el fervor que refleja la multitud que precede a la imagen.
Esta procesión no va acompañada de banda de música; en este caso el rítmico acompañamiento lo pone el elegante caminar del paso y el cadencioso e imponente andar de los miles de pacenses que integran el cortejo. La recogida, ya muy de madrugada, vuelve a reunir a una verdadera muchedumbre que acude desde todas las calles que vierten a la Plaza de la Soledad. A ella se irá uniendo el rosario de penitentes que viene en la procesión y que reclaman un puesto de honor para recibir en la plaza al objeto de su devoción. Al llegar la imagen, el murmullo cesa y en silencio recorre los últimos metros hasta situarse en la puerta de su santa casa y de cara al pueblo, como se recogen los pasos en Badajoz. En estos instantes, que son sin duda de los más intensos de toda la Semana Santa pacense, la emoción y el fervor se hacen tan densos y graves, que se puede notar su presencia. Ahora la saeta rasga el aire inundado de olores a cera y clavel y alivia los corazones de los allí presentes, que lo mismo se emocionarán ante la voz de un afamado cantaor que con una plegaria sencilla de alguna devota que pone el momento aún más tenso. A continuación, las saetas se suceden y, a veces, se atropellan ante la atenta mirada del inefable “Porrina de Badajoz” que desde su pedestal contempla el momento álgido de la “Pasión según Badajoz”.
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Domingo de Ramos
