VIERNES SANTO COFRADÍAS:
-COFRADÍA DE LA ENTRADA TRIUNFAL DE CRISTO EN JERUSALÉN (CRISTO REY), SANTÍSIMO CRISTO DE LA PAZ Y NUESTRA SEÑORA DE LA PALMA (Iglesia de San Roque)-PONTIFICIA Y REAL HERMANDAD Y COFRADÍA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO YACENTE (SANTO ENTIERRO), NUESTRA SEÑORA DE LAS LÁGRIMAS Y SANTIAGO APÓSTOL (Parroquia de Santa María La Real)
-PONTIFICIA Y REAL HERMANDAD Y COFRADÍA DE NUESTRO PADRE JESÚS DE LA HUMILDAD Y PACIENCIA Y NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD (Ermita de la Soledad)
1-Datos Históricos
Estando la Cofradía interesada en organizar una procesión puramente penitencial para la madrugada del Viernes Santo, se buscaba una imagen adecuada para ella; ésta apareció abandonada y muy deteriorada en los lúgubres sótanos de la Iglesia de la Concepción, regentada en aquella época por los Padres Jesuitas. D. Francisco Sánchez, Mayordomo de la Cofradía, ya tenía conocimiento de la existencia de la imagen, pues había sido anteriormente Hermano Mayor de la Cofradía titular de aquella iglesia. Aunque el Obispo D. José María Alcaraz y Alenda se mostró muy interesado en el proyecto, no estaba de acuerdo en su día de salida, ya que al estar esa noche expuesto el monumento en la iglesia, el ruido de la organización de la procesión perturbaría el debido silencio. Finalmente aceptó al prometerle la Cofradía realizar la salida guardando el mayor silencio, haciendo antes solemne promesa ante el Santísimo.
El Cristo de la Paz es un magnífico crucificado del S. XVI, al que el recordado imaginero Santiago Arolo le dio nueva vida modelándolo en parte, pues se encontraba muy deteriorado, y consiguiendo devolverle su primitiva belleza. No se conservan datos antiguos de esta valiosa talla, aunque parece ser que algunas reseñas históricas hacen constar la veneración que le tenían los pacenses a dicho titular en 1730.
Realizó por primera vez estación de penitencia en la Semana Santa de 1962; acompañaban al Cristo de la Paz cuarenta y siete penitentes encargados de llevar el paso y el orden de la procesión; en las filas iban nazarenos del Domingo de Ramos, portando faroles-guía los que abrían el cortejo, junto con un penitente que llevaba una pesada cruz sobre el hombro. Atravesó los jardines de la Trinidad y, ya en su primera salida, llegó hasta la Plaza Alta. En aquel tiempo, el acto impactó en la multitud que pudo presenciarlo.
Ésta es la primera y única procesión que ha hecho estación por el interior de la Catedral; algo que debería estudiarse, para que este bello acto fuese común a todas las Cofradías pacenses. En aquella ocasión, entró en el templo por la Puerta del Cordero y salió por la Puerta del Perdón o principal.
2-La Procesión
Cuando avanza la noche del Jueves Santo y mientras la Hermandad de la Virgen de la Soledad aún está desfilando por las calles del centro de Badajoz, una verdadera multitud empieza a concentrarse en el barrio de San Roque para poder contemplar la salida y los primeros momentos de esta procesión.
Hoy son ya casi un millar los penitentes que acompañan al Santísimo Cristo de la Paz, además de los fieles que marchan tras el paso. Los hermanos son, fundamentalmente, hombres y mujeres de la barriada aunque también acuden desde otros puntos –incluso otras ciudades- que vienen a cumplir con su promesa anualmente.
Emocionante es el momento en que todos los penitentes entran en el templo para hacer “la promesa”, solemne acto en el que, a puerta cerrada, juran guardar absoluto silencio durante todo el recorrido; el acto pone verdaderamente los pelos de punta, cuando todos pronuncian en voz alta el “Sí, juramos”. No es necesario establecer una sanción para el que no la cumpla, pues desde este instante, y hasta que la procesión finalice, el comportamiento de los hermanos será, como siempre, absolutamente ejemplar. La breve homilía acaba con la respuesta del sacerdote a la promesa “Si así lo hacéis, que Dios os lo premie, y si no, que os lo demande”. Inmediatamente, a la 1h. en punto, se abren las puertas de la iglesia para que comience la procesión.
Abre el desfile la Cruz parroquial revestida, a la que le dan escolta dos sencillos faroles rojos con velones encendidos. Los nazarenos visten severas túnicas negras, capuchón negro, cíngulo de soga y llevan sobre su pecho y espalda un sencillo escapulario con el escudo de la Cofradía; llevan cirios de color rojo y calzan zapatillas negras de esparto, aunque muchos de ellos van descalzos y otros cargados con enormes cruces de madera. Estos marchan en una hilera central delante del paso y separados algunos metros unos de otros; son catorce las cruces que salen actualmente en la procesión, pues hubo de ampliarse el número en 1990, y simbolizan las estaciones del Vía-Crucis, yendo marcadas con números romanos. Al ser un número limitado, son sorteadas previamente entre los hermanos que desean cargarlas.
Por el carácter sencillo y sin ornamentos de esta procesión, los penitentes tienen prohibido llevar alhajas en las manos, salvo la alianza por representar ésta un sacramento. La austeridad del desfile no es óbice para que sea una de las más impresionantes de la ciudad por su recogimiento, religiosidad y penitencia, que despierta en los files un hondo sentimiento de escalofrío y fervor, especialmente, al cruzar las calles del barrio, lugar en el que, aunque miles de personas la están contemplando, el silencio se hace omnipresente y denso; ese silencio sólo roto por una saeta desgarrada; ese silencio que ha venido a dar su nombre a esta procesión “La del Silencio”.
El sentimiento de impresión y hasta de temor que inspira este desfile se acentúa aún más cuando pasa sobre el estrecho puente del Revellín y se adentra en los jardines, donde el silencio se une a la oscuridad, perturbada solamente por la luz de los cirios, hasta que el trono del Cristo de la Paz sale por la Puerta de la Trinidad (antigua entrada de la ciudad) para, adentrándose por la calle de las Peñas, iniciar el recorrido por el Badajoz antiguo hasta llegar a la Plaza Alta, emblemático lugar donde su sabor histórico se unía antes a la mágica voz de José Salazar (Porrina de Badajoz), “posiblemente uno de los mejores cantaores flamencos que ha dado el país”, el cual obsequiaba al Cristo con sus saetas. Tras algunos años en que la procesión no subía, vuelve a hacerlo en 1995 y 1996, pasando por el dificultoso Arco del Peso para llegar a la Plaza de San José, donde tampoco faltará el rezo por saetas.
La promesa de guardar silencio llega hasta tal extremo que, para llevar el orden, se utilizan linternas con luz roja y blanca para parar o reanudar la marcha.
En las viejas calles del centro, a altas horas de la madrugada cuando gran parte de la ciudad duerme, es donde se aprecia el carácter de la procesión en toda su frescura. Entonces, ese continuado silencio se hace cada vez más denso, entrecortado por el sonido de un bronco tambor que suelta su quejido de forma pausada pero inexorable o por el rítmico golpeteo de las horquillas de hierro que llevan los costaleros del Santísimo Cristo de la Paz, y que utilizan para apoyar el paso en las paradas.
Además de la cruz parroquial, la única insignia que llevan es un original Senatus que fue diseñado por el artista Santiago Arolo, antiguo asesor artístico de la Cofradía y realizado en hierro forjado por el artesano local Benito Ledesma; de sus laterales penden pequeñas piezas que le van dando movimiento. Se estrenó en 1994.
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