CATEDRAL DE BADAJOZ
14. Capilla de la Anunciación o de Santa Rita. Ocupa
el lugar donde se proyectó la torre que no llegó a levantarse. Está
cubierta con una bóveda de crucería sencilla y fue donada por el
canónigo Martín Alonso, pasando luego a la familia de los Becerra.
Existe un cuadro de la “Anunciación”, de la segunda mitad del siglo
XVIII, y a la izquierda un sencillo altar con la imagen moderna
de “Santa Rita”. En la nave de la Epístola, junto a la capilla del
Sagrario, hay una pintura al óleo sobre lienzo de la “Piedad” del
siglo XVII, acompañada por dos ángeles. A los pies de la misma,
una réplica de Murillo en una de sus “Inmaculadas”. También en esta
misma nave cuelga una pintura sobre tabla de la primera mitad del
siglo XVI que representa a la “Virgen de las Angustias” entre “Santa
Bárbara” y “Santa Inés” (1,80 x 1,80 m.). Adolece de algunos rasgos
arcaizantes, caso de los medallones con escenas de la vida y pasión
de Cristo que rodean a la Virgen. En tiempos, esta tabla estuvo
en la capilla del baptisterio.
15. Coro. Siguiendo la costumbre
de las catedrales góticas españolas, el Coro está situado en la
nave central y ocupa dos tramos de la misma. Con anterioridad, el
Coro se disponía en el presbiterio en torno al altar y a partir
del Renacimiento se situará en alto, a los pies de la nave central,
para que los fieles tuvieran una perfecta visibilidad del presbiterio,
logrando así una total participación en las ceremonias litúrgicas
como aconsejó el Concilio de Trento. Al mismo tiempo, esto permite
una mayor claridad y apertura de espacios en la estructura del edificio.
El Coro está formado por un rectángulo de 14,80 metros de largo por 7,80 de ancho. Consta de dos órdenes de sillas de madera, 43 sillas altas y 36 bajas, dispuestas en torno del sitial del obispo. Está rematado por dos tribunas laterales. Es obra de Jerónimo de Valencia, discípulo en Valladolid de Berruguete, que debió de colaborar con su taller por la distinta calidad de las tallas y por la celeridad que se exigió para su construcción. La obra fue encargada por el obispo Rojas y Sandoval el 15 de septiembre de 1557 y, según reza el contrato, debería estar concluido para la fiesta de la Virgen de Agosto de 1558. Sin embargo, el período total de construcción fue de 1555 a 1559. El estilo es plateresco y los temas representados son figuras del Antiguo y Nuevo Testamento, santos y los Doctores de la Iglesia, además de la riqueza de motivos decorativos que caracterizan este estilo: columnas abalaustradas, angelotes, guirnaldas, crestería, cartelas, medallones, etc. Las tribunas laterales del Coro, son figuras alegóricas de virtudes entre pilastras jónicas, son ya del siglo XVIII.
Tenemos que considerar al Coro como una de las joyas artísticas que posee la Catedral de Badajoz.
El Coro contiene dos facistoles o atriles de lecturas, uno de madera plateresco del siglo XVI y otro de bronce del siglo XVIII conocido por “El Aguilón”, obra de José Rivero de 1767. El Coro está rematado por tres órganos, los dos laterales renacentistas y el central que ostenta el escudo del cabildo es barroco, de principios del siglo XVIII. Las rejas que lo cierran, como las de la Capilla Mayor y las del tránsito entre ambos y los dos púlpitos, son de finales del siglo XVII y fueron encargadas por el obispo Marín del Rodezno. Las rejas, con hierros abalaustrados y cilíndricos levantados sobre zócalos y coronados por frisos rematados por roleos o espirales, están dentro de la tradición de rejería extremeña iniciada por Juan Cayetano Polo.
Del crucero pende una lámpara, de 6’50 metros de altura y 3’80 de diámetro, de 102 brazos, con un peso total de 3750 kilos, traída del Palacio del Congreso de Madrid por Adelardo López de Ayala cuando era su presidente en el año 1878. Al ser inaugurada, los pacenses de entonces coreaban: “Si luz tenemos, a Ayala se lo debemos”.
En el trascoro, dos pinturas al óleo sobre lienzos: “San José”, próximo a la obra de los discípulos de Murillo, y los “santos mártires Marco y Marceliano”, ambas del siglo XVIII y pintadas por Alonso García Mures en 1727.
16. Cripta. La entrada de la misma
está situada en el trascoro y fue mandada hacer en 1693 por Marín
del Rodezno. Parece ser que fue construida en este lugar por la
posible existencia de una antigua iglesia mozárabe.
17. Sacristía. Situada junto a la
cabecera, fue mandada levantar por Marín de Rodezno en 1697 juntamente
con la Capilla Mayor. Consta de un espacio cuadrado con cúpula central.
Presenta una sencilla cajonería de nogal, donada por este obispo
al igual que dos espejos de ébano. El centro de la sacristía lo
ocupa una mesa calicera de mármol; pero lo más importante son los
ocho tapices de lana y seda, uno de ellos actualmente en la antesacristía,
de escuela flamenca del siglo XVI, con motivos mitológicos como
las fábulas de “Cupido”, “Dafne”, “Diana” y distintas deidades campestres
y acuáticas. En la misma sacristía, “Crucificado” en madera policromada.
De la sacristía parte un pasillo que, rodeando el Altar Mayor, comunica con la capilla de la Magdalena. Aquí se encuentra una capilla – oratorio, mandada erigir por el mismo obispo Marín de Rodezno, dedicada a San Juan de Ribera.
18. Antesacristía. Cubierta con
bóveda sencilla de crucería de ladrillo. Está comunicada con la
sacristía por una puerta de vano adintelado, enmarcado con pilastras
jónicas, arquitrabe quebrado y frontón circular con relieve del
“Cordero”. Es obra de principios del siglo XVII. Guarda en sus paredes
uno de los tapices flamencos.
19. Claustro. Fue mandado levantar
entre 1509 y 1520 por el obispo Alonso Manrique de Lara y sustituyó
a otro anterior levantado en la segunda mitad del siglo XIV. Tiene
una planta cuadrangular con alas o crujías de cinco tramos más los
angulares. Las crujías se cubre con bóvedas góticas que tienen nervios
diagonales en las bóvedas de los ángulos. Los arcos ofivales que
se abren al patio están divididos en dos partes, la inferior está
formada por tracerías de arcos sustentados por pilares torsos y
la superior está cubierta con vidrieras de colores del siglo XIX
que, lo mismo que la azulejería del claustro, procede de una restauración
efectuada con criterios artísticos equivocados en el pasado siglo.
En los ángulos del claustro, cuatro altares pintados, tres de ellos por Alonso García Mures y el cuarto por Antonio Lucenqui o Luschinsqui en 1804. Éstos sustituyeron a otros anteriores del siglo XVI. Los temas de estos altares son: “Virgen sedente con el Niño”, “San Sebastián”, “San Fabián”, “Santa Brígida” y “San Juan Bautista”. Estos altares tienen un escaso valor artístico. También en el claustro está el mausoleo de Menacho, donde se trasladaron sus restos en 1911. En el claustro existen dos capillas erigidas en distintas épocas. La más antigua es la situada junto a la puerta que comunica con la nave de la Epístola, llamada de San Benito, la Soledad o San Atón. Fue construida a mediados del siglo XVI por el Prior Don Benito de Aguilar y tiene bóveda gótica. En su frente, altar de la “Soledad”, con pintura al óleo sobre lienzo, de finales del siglo XVIII; y en el lateral izquierdo un retablo barroco tardío en mármol gris y blanco de un cuerpo, tres calles y remate, en el inferior “San Atón” entre “San Benito” y “Santo Domingo”, y en remate “San Miguel”, con motivos decorados como la rocalla. Es obra de la segunda mitad del siglo XVIII y de la mano de Juan de Estrada.
La otra capilla es la del “Santísimo Cristo” mandada levantar, como la Sala Capitular, a finales del siglo XVII por Marín de Rodezno. Está cubierta por una cúpula sobre pechina que estuvo pintada. En su frente se levanta un retablo en madera dorada por un “Cristo Crucificado” que procede de la Ermita de Bótoa, obra del siglo XVI y que presenta aún rasgos goticistas. En el muro cuelga un lienzo con el tema de la “Huida a Egipto”, obra atribuida al pintor madrileño Antonio Monreal y datada en 1632.
En la crujía este del claustro, adosada al muro, lauda sepulcral de bronce de don Lorenzo Suárez de Figueroa y su mujer, doña Isabel de Aguilar (235 x 129 centímetros). Parece que fue mandada hacer en Venecia hacia 1503 por don Lorenzo Suárez de Figueroa, mientras fue embajador en dicha ciudad de 1494 a 1506, fecha esta última de su muerte. La lauda estuvo situada en la capilla de los Fonseca y nunca llegó a utilizarse para enterramiento. La autoría de la lauda cuenta con atribuciones de primer orden, como las de Pier Zuanne delle Campane y Alessandro Leopardi. Está rodeada por una cenefa decorativa de grutescos que enmarcan la figura en relieve de don Lorenzo Suárez de Figueroa, vestido a la usanza de la época de los Reyes Católicos, y todo ello imbuido del más puro espíritu y estilo renacentista. A sus pies, los escudos nobiliarios de los Figueroa y Aguilar y, bajo la figura, una inscripción en castellano. La lauda posee una placa complementaria (63 x 93 centímetros), también con cenefa decorativa de grutescos y los escudos aludidos de los Figueroa y Aguilar.
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